En el intrigante escenario del siglo XVII, específicamente durante la Guerra de los Treinta Años en Francia, surge la elegante narrativa de la corbata. Fue en este contexto que los mercenarios croatas, contratados por el rey Luis XIII, adoptaron un distintivo lazo alrededor de sus cuellos como parte esencial de su uniforme, permitiendo así su identificación en el campo de batalla.
Más allá de su función práctica, estas corbatas no solo cumplían un propósito utilitario; también exhibían un elemento decorativo que cautivó la atención del monarca. Tan encantado quedó Luis XIII que decidió elevar estas elegantes prendas a la categoría de accesorio obligatorio en las reuniones reales, otorgándoles un estatus único y distinguido.
En un gesto de reconocimiento hacia los valientes soldados croatas, el rey bautizó a la prenda con el evocador nombre de "La Cravate". Así, nació la corbata, un símbolo atemporal de estilo y distinción que ha perdurado a lo largo de los siglos, consolidándose como un elemento esencial en la moda masculina.
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