lunes, 24 de septiembre de 2012

El otro lado de los capos...sanguinarios en México, delicados en EU


MILENIO
Víctor Hugo Michel

Las historias se basan en la vida de cuatro hombres encarcelados: uno se confiesa arrepentido después de años de controlar un imperio criminal.

Compungido, pide a los pueblos de México y Estados Unidos que le perdonen por sus acciones. Otro ha caído en una profunda depresión y sus abogados temen por su estabilidad mental. Está en aislamiento permanente.

Uno más solicita la oportunidad de tener contacto humano porque le aterra la soledad de su celda. El cuarto pide le aflojen un poco los grilletes. Han comenzado a lastimarle.

Son relatos carcelarios.

Rutinas de penitenciaría comunes a las cárceles de todo el mundo. Pero sus protagonistas no son ordinarios. Lejos de ello, son –o fueron—algunos de los hombres más poderosos de México. Sus principales capos de la droga.

¿Cómo viven los narcos mexicanos de mayor rango sus sentencias en las cárceles de Estados Unidos? ¿Qué tal les trata Washington después de sus capturas?
No muy bien.

“Mi cliente necesita lentes y no se los dan”… “ha sufrido dolores de estómago”… “es indigno que se le mantenga con grilletes todo el tiempo”… “solo quiere ver a su esposa e hija”. Esas son algunas de las frases contenidas en quejas y argumentos judiciales presentadas ante el sistema judicial de EU por abogados de grandes capitanes de la droga a lo largo de los últimos 5 años.

La vida no ha sido sencilla para extraditados de alto perfil de los cárteles del narcotráfico mexicano. Después de sus caídas, personajes de la talla de Eduardo Arellano Félix, Osiel Cárdenas Guillén, Miguel Caro Quintero y Vicente Zambada han estado sometidos a un régimen de mano dura.

Los documentos judiciales, obtenidos por este diario luego de pagar los derechos de reproducción ante el Poder Judicial de Estados Unidos, dan un atisbo al hermético mundo penitenciario de ese país y a la forma en la que narcotraficantes mexicanos sobrellevan su encarcelamiento. Es un panorama duro, marcado por celdas austeras, derechos limitados y nulos privilegios, muy diferente del que gozan en México.

Si bien en sus mejores años encabezaron poderosos imperios criminales, las quejas que han presentado los abogados de estos hombres son irónicamente muy similares a las de cualquier otro reo. Se basan en cosas tan sencillas como la comida, el insomnio, el acceso a internet o el derecho a recibir visitas más seguido.

Son exigencias que muestran un lado humano, vulnerable, pocas veces visto en criminales que suelen estar más cerca del mito que de la realidad.


FRANCISCO JAVIER ARELLANO FÉLIX
Cadena Perpetua

El “Tigrillo” fue aprehendido a bordo de un yate por la Guardia Costera de Estados Unidos en agosto de 2006, como parte de una operación cuya legalidad fue discutida hasta el día de su sentencia a cadena perpetua, un año después. La defensa del heredero del cártel de los Arellano Félix argumentó infructuosamente que su captura se realizó en aguas mexicanas y por ende era ilegal. El gobierno estadounidense sostuvo, con éxito, que se encontraba en aguas internacionales, más allá del límite de los 25 kilómetros necesarios.

El menor de los hermanos Arellano Félix fue llevado a juicio a la Corte del Distrito Sur de California, basada en San Diego. Su caso, identificado por el número 06CR2646-01-LAB, fue asignado al juez federal Larry Burns. A lo largo del proceso, la defensa del mexicano presentó reiteradas peticiones para mejorar sus condiciones de encarcelamiento.

El 16 de enero de 2007, los abogados de Arellano Felix abrieron con sus exigencias: interpusieron una moción especial “Para Remover Todas las Restricciones Físicas durante el Juicio” debido al presunto daño físico y mental que se estaba generando a su cliente al tenerle esposado con grilletes en las manos y los pies, aún al interior del juzgado.

La defensa del mexicano, integrada por los abogados David Bartick y Mark Adams, incluso invocó las quintas y sextas enmiendas de la Constitución de Estados Unidos para argumentar que se estaban violentando los derechos humanos de Arellano Félix.

La petición inicial fue la siguiente:
Nuestro defendido, el señor Francisco Javier Arellano Félix ha sido sometido a una restricción física excepcional e injustificada durante cada audiencia previa al juicio en este caso. En cada audiencia, el señor Arellano ha sido encadenado en las muñecas con dos diferentes juegos de esposas. Adicionalmente, sus muñecas han estado conectadas a una cadena en su cintura y sus tobillos están en grilletes
Además de estas restricciones físicas extraordinarias, el señor Arellano es traído a la corte con un traje naranja, escoltado por seis a diez agentes del servicio de Marshalls y aún custodiado por varios oficiales de la corte durante sus presentaciones.

Ambos abogados insistieron en que el Tigrillo tenía “derecho a ser tratado como un ser humano”. Los grilletes, sostuvieron, violentaban las disposiciones de la sexta enmienda de la Constitución –que establece la obligatoriedad de un proceso equilibrado—al generar de antemano la impresión en el jurado de que el acusado era un delincuente peligroso.

Para ello, citaron la jurisprudencia sentada en un caso previo, Spain vs Rushen, en el que se estableció que: 
  1. una restricción física puede causar prejuicio, al revertir la presunción de inocencia; 
  2. una restricción física puede afectar las facultades mentales de un acusado; 
  3. una restricción física puede impedir la comunicación entre el acusado y sus abogados; 
  4. una restricción física puede restar dignidad y decoro al proceso judicial; y 
  5. una restricción física puede ser dolorosa para el defendido.

Bartick y Adams acusaron que el trato dado al Tigrillo era violatorio no solo de las leyes estadounidenses, sino de la Convención Interamericana de Derechos Humanos y la Convención sobre el Tratamiento Digno de Reos de Naciones Unidas:
De hecho, el señor Arellano ha sido obligado a sufrir la indignidad de estar totalmente encadenado en cada una de sus apariciones en la corte. Su encadenamiento no obedece ningún otro propósito que humillarle. El señor Arellano no representa ningún riesgo de daño o escape. Que se le encadene solo crea un espectáculo para los medios. No hay ninguna base racional para la restricción física del señor Arellano, excepto para pintarle como peligroso y culpable. Es un esfuerzo que avergüenza a nuestro sistema de justicia.

La petición de retirar las cadenas, combatida enérgicamente por la fiscalía, fue finalmente negada por el juez Burns. Arellano Félix fue obligado a continuar y terminar su juicio encadenado.

El 16 de abril de ese año, ya en pleno juicio, la defensa de Arellano Félix interpuso otro recurso ante el juez Burns. Pedía la modificación de sus condiciones de encarcelamiento en el Centro Correccional Metropolitano de San Diego (MCC-SD).

Ahí, el Tigrillo vivía bajo condiciones que sus abogados definieron como lamentables. “El señor Arellano ha sido detenido en el MCC desde su aprehensión. Se encuentra en una celda solitaria, ubicada en la Unidad Especial, usada como un área de segregación disciplinaria”, expusieron.

Titulado “Moción para Modificar las Condiciones de Confinamiento”, el argumento de Bartick y Adams revelaba el marco en el que el ex líder del cartel de Tijuana había sido reducido a vivir:
El señor Arellano está encerrado en una celda que mide 5x4 metros cuadrados, siete días a la semana. La celda consiste de una cama de metal soldada a la pared y un lavabo y WC. Tres veces a la semana se le permite salir de su celda para bañarse y rasurarse en una jaula. El señor Arellano guarda sus bienes de higiene personal, incluido su cepillo de dientes, en el piso, entre el WC y la pared.


MIGUEL CARO QUINTERO
17 años de cárcel desde 2010

A la prisión de súper máxima seguridad de Florence, Colorado, se le conoce por dos apodos: el Alcatraz de las Rocallosas y el Infierno en la Tierra.

Se le cataloga como una “Supermax” y es lo más duro del sistema penitenciario de Estados Unidos. Es, básicamente, un lugar al que Washington envía a quienes por alguna razón han entrado a su lista de peores enemigos.

Y en esa lista se encuentran algunos capos mexicanos de la droga particularmente detestados por el gobierno estadounidense. Además de Héctor el Güero Palma y Francisco Javier Arellano Félix, albergó en su momento a Miguel Caro Quintero, el ex líder del cartel de Sonora y hermano de Rafael Caro Quintero, al que se achaca el asesinato del agente encubierto de la DEA, Enrique “Kiki” Camarena ocurrido en 1985.

En sus instalaciones, Caro Quintero compartió espacio con reos como John Walker Lindh, el talibán americano y Zacarias Moussaoui, autor intelectual de los ataques terroristas del 11 de septiembre. También con Teodore Kaczynski, el Unabomber, Ahmed Ajaj, terrorista que participó en los bombazos de 1993 en el World Trade Center de Nueva York y Khalfan Khamis Mohamed, autor de los ataques a las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania en 1998.

Poco antes de que fuera condenado en 2010 a 17 años de cárcel, Caro Quintero pidió a sus abogados que le salvaran de permanecer más tiempo en Florence, junto a ese tipo de compañeros.

“La forma en la que Miguel ha sido tratado es extraordinariamente dura”, argumentó su abogado, Walter Nash, de acuerdo con transcripciones de los últimos minutos de su proceso legal ante el juez Phillip Brimmer de la corte de distrito de Colorado, el 4 de febrero de 2010.

Mi cliente está viviendo condiciones deplorables”, sostuvo el abogado. “Su señoría, quiero discutir sobre las condiciones de confinamiento de este hombre (…) le diré a la corte que no tengo disputa con la noción de que una cárcel federal no debe ser un club de veraneo. No puede ni debe ser fácil para una persona estar ahí. Sin embargo, la forma en la que Miguel Caro Quintero ha sido tratado tanto en México como en Estados Unidos ha sido extraordinaria. Ha sido increíblemente dura. ¿Por qué lo están tratando de esta forma, dejándolo al lado de lo peor de lo peor?.

En su alegato, Nash reveló que Caro Quintero había caído en una profunda depresión producto del aislamiento. La siguiente es la descripción que hizo de la vida tras las rejas del narco mexicano.

“El trato que ha recibido, en esencia, ha sido el de un increíble aislamiento. Ha estado en confinamiento solitario por más de ocho años (…) está tan aislado y se siente tan solo que nos ha indicado que no le importa si lo ponen en contacto con gente que pueda representar un peligro para él. Sólo quiere estar con otros seres humanos.

“Le hemos mostrado a la corte datos que ilustran los serios problemas mentales que pueden derivarse de mantener a una persona aislada del contacto humano. En el expediente del señor Caro Quintero se establece que ha recibido visitas de psicólogos. Pero la visita sólo consiste de una persona abriendo una ranura en la celda y preguntando en un español pésimo: ‘¿cómo estás?’. Dicho eso, lo dejan y se van con el siguiente reo. Nunca ha recibido una evaluación a fondo ni nadie ha visto las secuelas que surgen de mantenerlo en aislamiento”, dijo el abogado.

Acto seguido, pidió el cambio de cárcel, una mudanza de la temible Supermax de Colorado, el Alcatraz de las Rocallosas, a una penitenciaría más cercana a México. “Pedimos sea transferido a una prisión en Arizona para que pueda ser visitado por su familia”.

Los documentos judiciales establecen que Caro Quintero tomó después el estrado.
Su señoría, comenzó el capo, he cometido un error como un ser humano y estoy muy arrepentido. Por ello, le pido el perdón de todos los que están aquí y en particular mi familia. Prometo que no volveré a cometer un error como este. Le pido que me deje estar con mi familia, con mis hijos, para ayudarlos a salir adelante en la vida. Ha sido muy difícil estar separado de ellos.

--¿Es todo? preguntó el juez Brimmer.
--Sí su señoría. Es todo, repuso el capo sinaloense.

Al final, a Caro Quintero se le transfirió a una nueva prisión. Pero no en Arizona. Le enviaron a Memphis, Tennessee, a dos mil kilómetros de Sonora.


OSIEL CÁRDENAS GUILLEN
25 años de prisión desde 2010
Pagó 50 millones de dólares por una sentencia no tan dura

Lo que pidió el jefe del cartel del Golfo después de saber que iba a ser derrotado judicialmente es que se permitiera a su familia acompañarle para procesar el trago amargo. Ya había negociado un acuerdo con el gobierno estadounidense mediante el cual accedió a entregar 50 millones de dólares a cambio de una sentencia no tan dura. Lo que hacía falta era saber qué tan fuerte sería el golpe.

Como sucedió con otros capos, las transcripciones del último día del juicio de Cárdenas, el 24 de febrero de 2010, muestran al que fuera uno de los narcos más famosos de México bajo una luz muy diferente: contrito y nervioso, rodeado de abogados para recibir su sentencia de manos de la juez Hilda Tagle, de la corte federal del sur de Texas. El proceso se desarrollaba en un edificio judicial de Houston.

La transcripción pinta a la defensa –integrada por los abogados Robert Yzaguirre, C.J. Quintanilla y Chip Lewis—ya sin opciones, aceptando la derrota. Por el contrario, la fiscalía se manifiesta contenta por el acuerdo alcanzado previamente. Y en especial, los 50 millones de dólares que traería.

Quintanilla: Su señoría, anoche hablé con la señorita Treviño y quisiéramos pedir a esta corte si permitirían a la esposa e hija (de Cárdenas) estar presente.

Juez: de acuerdo. (La esposa e hija de Osiel entran a la sala para escuchar la sentencia).

(…)

Juez: Señor, ¿tiene algo que decir a la corte antes de ser sentenciado?

Osiel: Sí, su señoría. Por los errores que cometí, pido me disculpen mi país, México y los Estados Unidos de América, mi familia y muy especialmente mi esposa y mis hijos. Siento que todo este tiempo que he pasado en la cárcel, realmente he reflexionado sobre la mala actitud que tuve. En verdad, me siento arrepentido. También me disculpo con la gente a la que hice daño, directa o indirectamente.

(La juez emite su veredicto.)

Juez: Señor Cárdenas, cuando sentencio a un muchacho de 19 años que, a cambio de venir a Estados Unidos ilegalmente, acepta llevar mariguana, considero su vida y las diferencias que tiene con la vida de usted, como líder de un cartel cuya familia vive en lujo relativo. Cuando sentencio a un estudiante de 18 años por comprar falsamente un arma destinada a México, pienso en usted, el líder de un cartel, con sus guardaespaldas (…) Usted fue un modelo para los narcotraficantes más jóvenes que, mostrando sus rifles de asalto, son cada vez más agresivos y osados. Su sed de poder y su falta de respeto a la Ley y la decencia es trágica. Secuestros, extorsión, batallas en las calles. Una inocencia perdida: ese es su legado a su país y a nuestras comunidades en ambos lados de la frontera. Por eso, creo que la sentencia que le voy a imponer logrará que cuando usted sea liberado, esos narcotraficantes para los que fue un modelo, lo habrán olvidado.

La juez sentenció a Cárdenas a 25 años de prisión. Gracias a su acuerdo con las autoridades del Departamento de Justicia, evitó una posible cadena perpetua, pues se le acusaba de haber encañonado a un agente federal estadounidense en Tamaulipas. Era un delito lo que le hubiera llevado, automáticamente, a pasar el resto de su vida en la cárcel.

A manera de despedida, la juez lanzó un último mensaje a Osiel.

Juez: Señor Cárdenas, Dios juzga los secretos de nuestros corazones. Y Dios seguramente le juzgará por los que tiene en el suyo. Pero más importante: le juzgará por sus acciones.

(Cárdenas guardó silencio).

La defensa pidió a la corte permitir a Osiel un último encuentro con su hija y esposa en privado, antes de ser enviado a una prisión federal.

Juez: ¿una visita aquí? No absolutamente no.

El acuerdo judicial de Cárdenas con el Departamento de Justicia no fue del todo exitoso. Recientemente se le transfirió a la cárcel más temida de Estados Unidos. Ahora se encuentra en la Supermax de Florence.


VICENTE ZAMBADA NIEBLA
Vive en aislamiento total

La carta fue remitida al juez Rubén Castillo, de la corte de distrito en Chicago, el pasado 27 de junio de 2011. Está firmada por George Santangelo, Edward Panzer y Alvin Michaelson, abogados de Vicente Zambada Niebla, el Vicentillo, uno de las personajes de mayor peso del cártel de Sinaloa que ha sido extraditado a Estados Unidos hasta el momento.

Querido juez: por favor acepte esta carta en apoyo de Vicente Zambada Niebla y su solicitud para que se determine por qué se le mantiene confinado bajo condiciones especiales y si eso es razonable (…) Vicente ha estado en detención en el Centro Metropolitano de Detención de Chicago desde marzo de 2010 y ha estado en su Unidad Especial donde ocupa cuatro celdas, una a la vez, aislado de otros reos. Duerme en una celda por dos noches consecutivas y después le es requerido moverse a una de las otras tres celdas.

Santangelo, Panzer y Michalelson narraron en su misiva que a Zambada Niebla, --cuyo juicio se mantiene aplazado hasta octubre próximo-- se le tiene prohibido hablar con cualquier otro reo. Por otro lado, sólo tiene autorización para entablar diálogo con sus abogados y personal carcelario de rango superior a teniente. Es decir, pocos celadores tienen permitido siquiera dirigirle la palabra.

El aislamiento de Zambada Niebla, según sus abogados, ha sido extremo. Por ejemplo, se le dan solo unas cuantas llamadas telefónicas al mes y las cartas que le son enviadas desde México o suelen perderse o arriban tarde después de haber sido leídas por los custodios.

“El correo le es entregado a Vicente ni siquiera una vez a la semana. De hecho, recibe correo a veces con meses de atraso. Otros reos reciben su correo de inmediato. A él, sólo se lo puede entregar su abogado y solo los jueves si es que está disponible (…) Su familia le envía correo cada día y sin embargo, ha pasado meses sin que le entreguen su correspondencia”, se expuso en la carta.

En cuanto a la celda que le fue asignada, contaba solo con un colchón, 3 cobijas, dos sábanas, una almohada y una pequeña mesa. Se le permitía ejercicio de forma irregular en una jaula de 40 metros cuadrados lejos de la luz del sol y sin acceso a aire fresco. Por razones de seguridad, nunca se le llevó al techo de la cárcel, pues se temía que un francotirador lo asesinara para evitar que hablara.

Pero el sol y las pequeñas cosas de la vida fueron uno de los elementos centrales de la queja. “No se le han dado suplementos de vitamina D (para suplir esa ausencia solar)”, advirtieron Santangelo, Panzer y Michaelson. “Cosas simples como un refresco o un lápiz para colorear le están prohibidos”.

Otras quejas presentadas por sus abogados fueron:
  • “Los lentes de Vicente se rompieron. No se le ha permitido reemplazarlos”.
  • “Vicente ha hecho reiteradas peticiones de atención médica porque sufre de problemas crónicos estomacales. No ha recibido esa examinación”.
  • “El abogado ha observado a Vicente a lo largo de su detención. Se le ve más y más ansioso y deprimido. Su talante es gris”.

Los abogados argumentaron que, al mantener a un prisionero en aislamiento extremo como en el caso de Zambada Niebla, se corría la posibilidad de generarle lo que se conoce como “Síndrome de Unidad Especial”, cuyos síntomas incluyen alucinaciones visuales y auditivas, hipersensibilidad al ruido y al tacto, insomnio y paranoia, miedo incontrolable, distorsiones de tiempo y hasta el riesgo de suicidio.

El juez castillo accedió a que Zambada fuera trasladado a otra cárcel. Actualmente se encuentra en el Centro Correccional Federal de Milán, Michigan.

Pero Santangelo, Panzer y Michaelson enviaron otra carta al juez Castillo en diciembre. La situación de Zambada, argumentaron, era peor que en Chicago, dado que la celda es aún más chica que la anterior, de apenas siete metros cuadrados –incluida la cama y el baño-- lo que impide al Vicentillo ejercitarse. “Para hacer lagartijas, debe subir los pies al WC”, se lee en la misiva.

De nueva cuenta, el sinaloense vive en aislamiento total. “Se le postergó un corte de cabello durante tres semanas como forma de castigo por quejarse de sus condiciones”, señalaron los abogados.

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