viernes, 21 de diciembre de 2012

Nuevamente violada cuando iba al psicólogo


Cuando Lidia aún esperaba la llegada de la justicia contra un taxista que la violó, seis jóvenes volvieron a hacerla víctima

Ciudad de México

Lidia toma fuerza para contar su historia, pero no hay llanto ni dudas en su relato, pues quiere dar ejemplo a su familia y seguir adelante.

El 30 de noviembre, la joven de 25 años de edad, cuyo verdadero nombre ha sido cambiado por seguridad, fue secuestrada junto con otros 20 pasajeros de un autobús en Toluca, por seis jóvenes.

Para ella fueron más de 2 horas de terror, de no saber si al día siguiente vería la sonrisa de su pequeño de 6 años, pero para los delincuentes fueron 2 horas de “iniciación”, de drogas, alcohol y violencia.

Eran alrededor de las 20:45 horas cuando, fingiendo ser pasajeros, seis individuos abordaron el autobús.

Minutos después, recordó Lidia, uno caminó hasta la puerta principal, simulando que iba a bajar, y súbitamente se abalanzó contra el chofer, a quien sometió por el cuello.

El resto se distribuyó a lo largo de la unidad.

“¡Agáchense, hijos de la chingada!”, gritaba uno y luego otro le secundaba. Llevaron el autobús fuera de su ruta.

No llevaban capuchas ni gorras; uno de ellos parecía portar un arma de fuego, pero el resto empuñaba cuchillos. A simple vista, aseguró Lidia, ninguno tendría más de 25 años de edad y olían a thinner.

“Quitaron el letrero del camión y apagaron las luces, pero sin temor a equivocarme puedo decir que eran unos escuincles”, relató la joven.

Tras despojarlos a todos de sus pertenencias, mientras el autobús circulaba por calles solitarias y sin que nadie en el exterior se diera cuenta de lo que pasaba, los delincuentes separaron a las mujeres de los hombres.

A estos últimos los golpearon. Todo era risas y el vehículo se llenaba de nubes de humo por los cigarros. A las mujeres las revisaron una a una y separaron a seis, entre ellas estaba Lidia.

Durante las siguientes horas fueron violadas en el pasillo de la unidad o en alguno de los asientos.

Lidia cuenta, a veces suspirando, otras apretando los dientes, que ya había sido violada en marzo por un taxista que aún está prófugo.

“Estaba yendo al psicólogo y lo que pasó en el camión fue algo que me marcó aún más, porque no era la primera vez, porque no estaba yo recuperada y porque no ha habido justicia”, dijo la joven.

Para los agresores, afirmó, todo parecía ser una suerte de iniciación.

“Órale, para que te hagas machito”. “Hágase hombrecito, échese a una”. “Agárrate a la más grande, ella tiene experiencia, te va a enseñar”, se decían los delincuentes.

Tras los ataques, los delincuentes detuvieron el camión y fueron a una tienda por cervezas, que bebieron tranquilamente a unos metros del vehículo. Ni una patrulla pasó por el sitio.

Luego regresaron al vehículo, ebrios, cantando y burlándose de los pasajeros. Más tarde volvieron a parar la unidad y uno de ellos hizo una llamada en un teléfono público.

Cinco minutos después, dos taxis recogieron a los atacantes.

“¡Ahora, hijos de la chingada, cierran bien los ojos y cuentan media hora!”, dijo el último.

Tras un rato el chofer bajó a pedir ayuda a los conductores, pero nadie se detenía, tampoco una patrulla de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) que pasó como un aliento.

Sólo un conductor le dio al chofer unas monedas para que hablara por teléfono en una caseta pública, pero otro viacrucis, de burocracia y malos tratos por parte de la autoridad, apenas comenzaba.

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