lunes, 4 de enero de 2016

Playa del Carmen / Gumaro de Dios Arias



Gumaro de Dios Arias: El Caníbal de Playa del Carmen

“Un día fui a conocer a un joven que después de matar a su compañero vagabundo se lo devoró a dentelladas. Hasta su nombre parecía sacado de alguna extravagante novela negra: Gumaro de Dios”.

Alejandro Almazán

Gumaro de Dios Arias nació el 7 de abril de 1978 en La Azucena, Tabasco (México), hijo de Candelario de Dios y Ana Arias. Según declaró años después, hubiese preferido llamarse Bagdel, un nombre que escuchó entre alucinaciones, pero su abuelo materno fue quien lo bautizó. Tuvo diez hermanos. A los seis años de edad fue violado por un primo suyo. Un extraño mecanismo de autodefensa lo hizo convencerse de que era una niña; jugaba con muñecas y se sentía atraído por otros niños, pero a veces también jugaba a ser pistolero. “Soy un chico malo, soy una mala mujer”, decía a veces. Cuando era adolescente, fue atropellado por un tráiler. Después de eso, su sexualidad se desbocó: mantenía relaciones sexuales con una yegua, fantaseando con que se trataba de una joven estadounidense con la cual iba a procrear hijos.

Gumaro de Dios padecía esquizofrenia, un leve retraso mental y además era muy holgazán; no quería ser campesino. Por eso a los catorce años su padre lo obligó a ingresar al Ejército Mexicano. Intentaba evitar que siguiera embriagándose o consumiendo drogas; Gumaro de Dios fumaba marihuana todos los días. 

También era conocida su bisexualidad en la ranchería Azucena en Cárdenas, Tabasco. La gente del pueblo afirmaba que era “el mismísimo diablo”. Mientras estaba enrolado, Gumaro de Dios se peleó con un subteniente y lo enviaron a un apando, arrestado. “Cuando salí, quise vengarme y entonces me lo topé”, contaría tiempo después: tomó un cuchillo y lo apuñaló en el tórax y en las piernas. “Quién sabe si se murió, yo salí huyendo del ejército”. Para cuando regresó a la ranchería Azucena, Gumaro de Dios consumía cocaína, marihuana, heroína y cristal, además de inhalar solventes. En un arranque de frenesí, violó a su sobrino, de apenas un año de edad. El bebé estuvo muy grave, pero la familia no supo que había sido él.

En 2000 fue detenido y llevado al penal de Cárdenas. Gumaro creyó que había sido arrestado por la violación, pero luego supo que era por el robo de una grabadora y cinco camisas de lino. Estuvo en la cárcel año y medio. Cuando salió, rompió con su familia, quien nunca lo visitó en la cárcel, y se marchó a Chetumal, en el estado mexicano de Quintana Roo. En 2004, Gumaro de Dios asesinó a un hombre en Mahajual, una zona maya cercana al mar. Sobre el crimen, declaró: “El tipo me jugó bronca. Traía un machete y me retaba. Lo dejé que se cansara de gritar. Luego, cuando se apendejó, le quité el machete y madres, que lo empiezo a cortar como pescadito. Vi cómo se desangró. Ahí lo dejé y me largué. Ese día en la noche se me apareció su espíritu. Yo le dije a mi Dios Jehová que me ayudara a ya no oír. Pero todavía lo escucho”.

Después de esto Gumaro se trasladó a El Petén, un pueblo entre México y Belice, donde vivió algún tiempo en una obra en construcción. En ese lugar conoció a un viejo brujo maya, al que Gumaro se refirió siempre como “El Sabio”. Al brujo le hizo la promesa de asesinar a tres personas. También en El Petén conoció a un joven ex militar, Raúl González alias "El Compinche", "El Pelón" o "El Guacho", de diecinueve años. Raúl González pertenecía al 31º Batallón de Infantería. Era un desertor: abandonó el ejército por robarse un arma. En el brazo izquierdo tenía el nombre de una mujer tatuado. Él y Gumaro de Dios se hicieron amigos, bebían y se drogaban juntos y terminaron convirtiéndose en amantes. González y Gumaro de Dios se mudaron juntos a una palapa ubicada a cien metros del kilómetro 216 de la carretera Chetumal-Playa del Carmen, una de las mayores zonas turísticas de México. La palapa fue parte de una empresa inmobiliaria que comercializaba lotes para crear el fraccionamiento Residencial La Gloria, pero fue abandonada cuando los promotores enfrentaron problemas legales; luego quedó oculta por la maleza. Gumaro de Dios y Raúl González iban a la ciudad costera a robar en casas o a prostituirse con los turistas estadounidenses y europeos que habitualmente llenan Playa del Carmen.


El domingo 12 de diciembre de 2004, día de la Virgen de Guadalupe en México, Gumaro de Dios y Raúl González se dedicaron a drogarse. También se compraron varias botellas de alcohol. En un momento, Gumaro de Dios recordó que González le debía $500.00 pesos, así que se los pidió para ir a comprar más alcohol. Como éste no tenía dinero, Gumaro de Dios se enfureció: tomó un cable eléctrico y empezó a azotar a su amante. Este intentó defenderse, pero Gumaro lo golpeó con un block de concreto en la cabeza una y otra vez, hasta dejársela aplastada; como seguía moviéndose, lo estranguló con el cable.

Una vez que estuvo muerto, Gumaro de Dios decidió disponer del cadáver: tomó un cuchillo y comenzó a cortarlo en pedazos. Le arrancó el tatuaje con el nombre femenino. Colgó el cadáver boca abajo hasta desangrarlo, para luego extraer las vísceras y órganos internos. Y entonces decidió comérselo. Se fue al mercado a comprar algunos ingredientes y regresó para cocinarlo. Después de destazarlo, en una parrilla asó el corazón, algunas costillas y un riñón. También se hizo un caldo con las vísceras y cortó en filetes el muslo izquierdo, que cocinó con una salsa de chiles verdes, cebolla y tomate que “sabía a barbacoa de borrego”, según declararía tiempo después. Frió unas tortillas con la grasa. Le cercenó una pierna al cadáver y la puso a cocer con chile habanero, limón y cebolla. También probó tiras de carne cruda y devoró los testículos, así como cuatro costillas.

Todo el fin de semana se alimentó con la carne humana. Las moscas empezaron a acudir enseguida y, como le dio asco verlas, ya no se comió las costillas restantes. Pero un joven al que conocían como “La Parca” se acercó a la palapa. Gumaro de Dios lo saludó y le invitó un pedazo de carne; el chico aceptó, hasta que se percató que se trataba de un trozo de carne humana y que el resto estaba tirado por todas partes. Salió huyendo de allí.

Los vecinos de la zona se acercaron a corroborar la historia y lo vieron desde lejos, mientras manipulaba los miembros humanos a la luz del día. Un taxista dio aviso a la Policía Municipal y a la Policía Judicial. El martes 14 de diciembre la policía lo encontró dormido junto a los restos del cadáver, recostado en una hamaca, abrazando el torso putrefacto, sin cabeza ni extremidades, de su antiguo compañero. También hallaron parte de los ingredientes utilizados para cocinar la carne, una hielera con cervezas, restos de inhalantes y un cepillo de dientes lleno de sangre y trozos de carne cruda.

Tras ser detenido por el asesinato de su compañero, confesó otro asesinato, así como la violación de un niño y una monja. La policía no sabía nada de esto. Lo que sí se sabía era que había estado en la cárcel por robo. Parecía un animal; tenía el cabello largo, la barba hirsuta y andaba semidesnudo. Sobre el asesinato, que acaparó los encabezados de periódicos y noticieros de todo el país, declaró riéndose: “Se me ocurrió sacarle todo lo de adentro: el corazón, el bofe, las costillas. Estaba bien rico, sabía a borrego, por eso me comí el riñón. Sólo dejé los pellejos porque estaban correosos”.

Gumaro de Dios declararía que el asesinato lo perpetró bajo el efecto de enervantes, aunque reconoció que siempre tuvo curiosidad por probar la carne humana. Tras su detención, Gumaro de Dios aceptó los cargos de homicidio premeditado y no mostró arrepentimiento alguno por su conducta: “No me arrepiento de nada. Ya lo hice”.

Fue trasladado al Penal de Playa del Carmen, donde los demás presos se negaron a compartir una celda con él. Durante su estancia en la cárcel municipal de Playa del Carmen, Gumaro de Dios comenzó a causar terror entre la población carcelaria; a mediados de 2006 cercenó parte de su oreja izquierda para comérsela porque, según dijo, “extrañaba el sabor de la carne humana”. En diciembre de 2007 amenazó con “comerse al cocinero” de la cárcel porque los alimentos que preparaba “no tenían sabor”.

Era temido en cualquier lugar del presidio; incluso por los reos de alta peligrosidad, entre los que se encontraban narcotraficantes, sicarios, violadores y asesinos. Nadie le hablaba y él se acercaba a los psiquiatras o periodistas que lo visitaban extendiendo la mano y diciendo: “Hola. Soy ‘El Caníbal’”. Le dieron un tratamiento basado en antidepresivos y somníferos, que lo hacían dormir profundamente.

El juez penal Abraham Loeza Ortiz consideró que no era un delincuente, sino un enfermo mental, por lo que debía ser trasladado a un centro especializado antes de someterlo a juicio. Lo llevaron al Centro Federal de Readaptación Social del estado de Morelos el 20 de marzo de 2007; durante un año, lo sometieron a estudios psicológicos y psiquiátricos para determinar su situación legal. Luego lo llevaron al Centro de Readaptación Social de Chetumal, tras preparar una celda especial aislada para mantenerlo prisionero.

“Es temido por tener un insaciable gusto por la carne humana”, declaró a los medios de comunicación la Directora de Prevención y Readaptación Social de Quintana Roo, Verónica May Villanueva. Gracias a los exámenes médicos que le practicaron, se detectó que Gumaro de Dios padecía del Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida, SIDA. Pese a todo, su caso no recibió la atención mediática que el de otro antropófago mexicano célebre: José Luis Calva Zepeda, “El Caníbal de la Guerrero”. Inclusive, casi no existen fotografías de Gumaro de Dios.

En una entrevista concedida al periodista Alejandro Almazán, que sirvió como base para su libro Gumaro de Dios, el Caníbal y que se incluye en ese volumen, se dio un interesante diálogo entre ambos:

“—A propósito: le prometiste al chamán tres vidas, llevas dos. ¿Sigues buscando a la tercera?

—Ya la encontré (...) Es un cabrón que se siente bien chingón aquí. Nomás lo veo y me hierve la sangre, compa. Ya con ese me voy a tranquilizar y esperar que El Sabio me dé lo que me prometió, aunque la verdad (...) no sé cómo voy a encontrar al Sabio, ni su nombre me dijo (…) Dios quiere que no me muera. Yo digo que voy a vivir como ciento cincuenta años más (…) Pero no me preguntaste lo más importante: ¿qué siento al matar? ¡Ah! Pues nada, no se siente nada, es como matar a un pollo”.

Gumaro de Dios murió el martes 11 de septiembre de 2012 en el Hospital General de Chetumal (Quintana Roo), víctima del SIDA. Tenía treinta y cuatro años de edad. Fue enterrado en la Ranchería Azucena del municipio de Cárdenas, Tabasco. Su caso inspiró la canción “Caníbal”, interpretada por Kinky y Lupe Esparza, que sirvió como tema de la película argentina La hija del caníbal. Como colofón, años después del crimen, la palapa donde Gumaro de Dios asesinó y devoró a un hombre volvió a ser una oficina de comercialización de lotes para otro proyecto de vivienda residencial. Aunque ahora, como un último guiño de humor macabro, en lugar de Residencial La Gloria, el proyecto se llama Fraccionamiento El Cielo. 

Fuente: Relatos de Horror, Mitos y leyendas de México y otros lugares....

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