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Una refugiada afgana mira al fotógrafo durante la toma en el recorrido a la cárcel holandesa
que ahora funciona como centro para refugiados |
Hace ya varios años que Muhammed Muheisen, fotógrafo de AP, viene documentando hace tiempo la crisis de refugiados. Luego de encontrarse con miles de personas de países como Irán, Marruecos, Siria y Mongolia, quienes debieron dejar su lugar de origen por conflictos y huir, en la mayoría de los casos hacia Europa, una de sus preocupaciones centrales era saber qué harían una vez que llegaban a su destino final.
Fue en ese contexto que se enteró de que el gobierno de Holanda estaba implementando un programa para alojar refugiados de forma temporaria en sus prisiones, ya que muchas de ellas estaban vacías. Muheisen pidió entrar y recorrer uno de estos centros. Tras algunos meses, se le permitió el ingreso, y se pasó los siguientes 40 días retratando y documentando las historias de quienes se encontraban allí.
Como producto de que la tasa de criminalidad en Holanda ha descendido en promedio un 0,9% anual a lo largo de los últimos años, la razón de ser de las cárceles ha empezado a declinar. A esto hay que agregarle que los juzgados imponen condenas más cortas, lo que significa que cada preso pasa menos tiempo en prisión. En las ciudades de Haarlem and Arnhem, por ejemplo, las cárceles son además edificios de valor histórico, que no pueden ser demolidos.
La conjugación de todos estos factores ha hecho que las autoridades empezaran a buscar soluciones alternativas para darles nuevos usos a estas estructuras.
Durante su recorrido, Muheisen se topó con personas provenientes de más de una docena de países distintos, todos conviviendo en armonía. Solo en el último año, Holanda recibió más de 50 mil refugiados. Antes de encontrarle un destino final, les provee alojamiento en un centro temporario por seis meses. Según los testimonios de los refugiados, la vida dentro de estas cárceles recicladas es tranquila.
Si bien aún no pueden trabajar, pueden caminar y moverse libremente por toda la ciudad, andar en bici, y charlar con sus vecinos, lo cual se ha convertido en una vía inmejorable para aprender el idioma. Las celdas se han reconvertido en habitaciones, mientras que las cocinas, los gimnasios y las lavanderías siguen usándonse de forma idéntica a como se usaban antes. El gran patio central funciona, en muchos casos, como una gran plaza cívica, donde todos interactúan.
Fuente: arq.clarin.com