Por Javier Chávez Ataxca
28 de Febrero 2007
6:15 AM
La pandilla sureña de “Los Pañales” tiene un nombre que a simple vista puede provocar burlas, pero su formación en realidad debe ser motivo de preocupación para las autoridades de los tres niveles y para la sociedad en su conjunto.
Uno de sus integrantes tiene apenas ocho años de edad, pero ello no le impide seguir los pasos de sus mayores de 11 y 12 años de edad.
Se trata de una pandilla de niños y adolescentes que tiene su área de influencia en la localidad de Calderitas, balneario en decadencia ubicado a un par de kilómetros de la capital del estado.
Según Luis Rivero León, titular de Seguridad Pública, unas 30 pandillas integradas por menores de edad han sido detectadas en diversas colonias de la capital del estado, generando “focos rojos” porque se trata de pequeños infractores que han comenzado a cometer delitos como el robo a casas habitación y están a un paso de formar bandas juveniles como las que operan en Cancún.
En esa relación destacan bandas como la de “Los Pañales” y “Los Quesitos”. Los integrantes de esta última pandilla que opera en una colonia popular de Chetumal ya provocaron la muerte de un adolescente de 14 años que tuvo la osadía de incursionar en sus dominios.
Los pequeños homicidas permanecieron provisionalmente en el Consejo Tutelar para Menores Infractores, pero no hubo un seguimiento de la rehabilitación de los adolescentes que siguen formando parte de esa pandilla temible.
Rivero León precisó que los integrantes de las pandillas chetumaleñas tienen edades que oscilan entre los 11 y los 16 años de edad; cada pandilla tiene un promedio de 15 miembros, quienes marcan sus respectivos territorios colocando en alerta a las corporaciones policíacas que nada pueden hacer sin el respaldo de los padres y madres de familia.
En efecto, el funcionario estatal acierta cuando habla de la responsabilidad de los progenitores que abandonan a su suerte a sus hijos a edad temprana.
De hecho, la detención y traslado provisional al Consejo Tutelar ha sido la fase final del intento de rehabilitación que fracasa porque el gobierno del estado carece de mecanismos adecuados para hacer posible la inserción o reinserción de los menores de edad por parte de la sociedad.
Los tres niveles de gobierno, la iniciativa privada y organizaciones civiles deben cerrar filas para atender esta amenaza que representa un desafío para la capital del estado, ya que en muchos casos esos infantes inician carreras delictivas exitosas que son un fracaso para la sociedad.
En realidad las pandillas no son estrictamente un problema de seguridad pública, ya que son simple consecuencia del fracaso de un estado que no ha sido capaz de garantizar niveles de desarrollo económico en todas sus regiones.
En Chetumal y localidades vecinas hay colonias que han sido descuidadas por los gobiernos federal, estatal y municipal, creando las condiciones para la proliferación de pandillas que en algunos casos son una opción de convivencia a edad temprana, convirtiéndose en escuelas para el consumo de drogas, robos y asaltos y homicidios, como ocurrió con la pandilla de “Los Quesitos”.
Sólo estaremos a tiempo si tenemos capacidad de reacción, pero esta brilla por su ausencia.
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