martes, 14 de febrero de 2012

Fueron linchados por la turba...vejados, desnudos, quemados vivos


Chalco, Estado de México (14 febrero 2012).- El amor que José Manuel sentía por su novia lo llevó, junto con dos de sus amigos, a una muerte terrible. Los tres fueron linchados el viernes en Huitzilzingo, Chalco, por 300 pobladores.

Con piedras, palos y puños, la turba agredió a los jóvenes, dos de 16 años y uno de 26, sin que éstos supieran bien a bien de qué se les acusaba. Y así acabaron sus días: vejados por los golpes, desnudos y quemados vivos.

Ahora cuentan sus agresores que se les hizo fácil creer en el rumor de que José Manuel Mendoza, Raúl Aboytes y Luis Alberto Cárdenas eran secuestradores porque, apenas el mes pasado, dos jóvenes de este poblado fueron levantados y aparecieron muertos en Tlalmanalco.

Albañil de profesión, José Manuel, de 26 años, tenía una novia en Huitzilzingo. Pero la madre de la muchacha se oponía a esta relación, pues él era casado.

Por esta causa, la trágica noche del viernes, las mujeres discutieron hasta el punto de que, en un momento, la joven amenazó con fugarse de su casa con José Manuel, quien había ido a visitarla con dos de sus amigos.

Su mamá comenzó a gritar que querían raptar a su hija.

Al ver que los empezaban a rodear, los jóvenes subieron a su camioneta e intentaron huir a San Juan Tezompa, de donde eran originarios, un pueblo ubicado a tan sólo 15 minutos, pero, antes de que pudieran salir de Huitzilzingo, fueron cercados en una gasolinería y los llevaron arrastrando y a golpes hasta la plaza principal, frente a la iglesia.

Ahí empezó su calvario.

Pocos en San Mateo Huitzilzingo sabían con exactitud lo que ocurría la noche del viernes, pero ante los gritos que se multiplicaban de: “¡mátenlos, son secuestradores!”, no dudaron en descargar su ira contra tres albañiles.

El reloj de la Iglesia de San Mateo Apóstol marcaba las 20:30 horas y el repicar de las campanas del recinto sirvió como llamada para que la turba se congregara.

La Policía Municipal recibe el primer reporte y 10 agentes intentan lo imposible, mientras las campanas de la iglesia de San Mateo Apóstol repiqueteaban.

“Primero nos dan aviso de una riña en la calle de Zaragoza. Se acude al lugar y ya habían hecho sonar las campanas de la iglesia, los traían arrastrando, todos lastimados”, recuerda uno de los policías.

Los agentes lograron arrebatarle a los detenidos a la turba y los llevan a un módulo de la delegación municipal, que también funciona como biblioteca. Allí encontraron refugio los tres albañiles.

“Alcanzamos a meterlos dentro de la delegación, pero éramos 10 compañeros contra toda la gente”, añade el agente.

El párroco Roberto Medina, quien no cumple ni el mes como titular de la iglesia luego de que el anterior cura renunciara por amenazas de muerte, cuenta que estaba en la casa parroquial.

“Vinieron unas personas y me dijeron: ‘padre, no salga porque la gente está destrozando la delegación y quieren linchar a unos chavos’. Fui y, bueno, lamentablemente todo estaba fuera de control”, dice.

Más de 300 pobladores, armados con palos y piedras arremetieron contra la delegación municipal y la puerta cedió a las patadas.

Arrebataron a los albañiles y en la plaza principal los golpearon, los hincaron y les prendieron fuego con artefactos caseros preparados con anticipación: botellas de refresco llenas de gasolina con mecheros, tipo bombas molotov.

“Gritaban que era gente mala y que merecían eso que les habían hecho”, comenta el párroco.

“La gente”, añade, “ya cuando está enardecida no entiende razón; aquí no se les permitió tocar las campanas, yo me acababa de salir de la parroquia, pero se quedó un sacristán y no pudo hacer nada”.

A las 22:30 horas llegaron los refuerzos, unos 200 agentes de la Policía Estatal. Ya era demasiado tarde: dos de los albañiles habían muerto y el tercero no alcanzó a llegar al hospital.

La marca del disturbio sigue ahí: manchas de sangre, ropa achicharrada, pedazos de piel rodeados por hormigas y un inmueble hecho añicos.

“Cuando la gente se enoja no se sabe cómo va a reaccionar”, asegura Lucía, una vecina del lugar.

“La verdad es que los policías le tuvieron miedo a la gente y para no meterse en líos mejor se los dieron para que los mataran”.

Aurora tiene un comercio frente al sitio del linchamiento y aún no sale de su asombro: “La gente gritaba y nosotros rezábamos mucho y llamábamos a todos y nadie vino hasta que era muy tarde”.

Pese a todo, en el pueblo hay quien insiste en que hicieron lo correcto.

“Eran secuestradores, la autoridad no hace nada y por eso la gente se unió, porque estamos hartos: cómo es posible que haya 23 detenidos si los que deberían estar en la cárcel son los delincuentes”, expresa una mujer que al hablar manotea y alza la voz.

Sin embargo, ni ella ni nadie en San Mateo Huitzilzingo sabe a cuál persona supuestamente querían secuestrar los tres jóvenes linchados.

“Es que también la gente ya está harta de que la Policía Municipal no hace nada, no sirve para nada y, aunque está mal, decidieron que era el momento de actuar por cuenta propia”, sentencia Luz María Ortiz, tía de uno de los hombres detenidos, Javier Capistrán.

Acusan levantones

Una triple ejecución y el secuestro de dos hombres ocurridos a principios de este año al parecer predispuso a la turba que la noche del viernes linchó a los tres jóvenes, que no tenían antecedentes penales, en el poblado de San Mateo Huitzilzingo, en Chalco, Estado de México.

El 9 de enero de 2012, tres habitantes del pueblo fueron acribillados cuando estaban afuera de un domicilio tomando bebidas alcohólicas; dos de ellos fueron identificados por sus familiares como José Luis Aguilar Mireles y Juan Carlos Juárez Escobedo, de 20 y 23 años de edad, respectivamente.

De acuerdo con la Procuraduría General de Justicia del Estado de México (PGJEM), el triple homicidio ocurrió cerca de las 5:00 horas, y en el sitio fueron encontrados más de 15 casquillos percutidos de distintos calibres.

Dos días después, según reportes de la Policía municipal, fueron secuestrados dos jóvenes también habitantes del pueblo, y sus cadáveres, con huellas de violencia, aparecieron sobre un terreno baldío en el Municipio de Tlalmanalco.

“La gente andaba muy caliente por esos hechos, en todo Chalco ha habido mucha violencia y a este pueblo no había llegado, pero con estos dos hechos la gente incluso pidió más vigilancia al Alcalde, Juan Manuel Carbajal, tal vez por eso hubo una reacción así”, dijo un agente de la Policía de la localidad que pidió el anonimato por temor a represalias.

‘Eran muy solidarios’

En el funeral de José Manuel Mendoza Gil, uno de los tres hombres que fueron linchados la noche del viernes, privó la indignación.

En la calle Duraznos, en San Juan Tezompa, en el Municipio de Chalco, Estado de México, familiares montaron ayer carpas para recibir a los dolientes antes de partir al panteón.

Los más cercanos dijeron desconocer si el joven, de 26 años de edad, y sus dos acompañantes estuvieron involucrados en algún incidente previo.

“Lo que sabemos es que ellos habían estado trabajando todo el día y fueron allá a cargar gasolina y ahí dos carros, una camioneta y un coche, los interceptaron y empezaron a seguirlos”, relató Lucía, una vecina de Tezompa.

“Ahí los estuvieron cazando hasta que los agarraron y los llevaron a la delegación”.

La viuda de José Manuel, quien no quiso dar su nombre, aseguró que se dedicaba desde hace varios años a realizar trabajos de albañilería junto a sus vecinos, Raúl Aboytes y Luis Alberto Cárdenas, ambos menores de edad y quienes eran ayudantes de su esposo.

“Ninguno trabajaba en papelerías como han manejado, ellos trabajaban juntos y siempre estaban juntos”, explicó la viuda, quien ahora tendrá que mantener sola a los dos hijos que dejó Mendoza Gil.

El delegado municipal de la comunidad, Germán Morales Hernández, descartó que los pobladores estén buscando revancha, ya que lo único que se exige es justicia.

“Eran unas personas honradas, eran unas personas trabajadoras, personas muy solidarias ante el pueblo, ante la comunidad. Desgraciadamente hay menores de por medio, de la familia de José Manuel”, explicó el delegado.

Incluso, aseguró, la familia de Mendoza Gil está temerosa.

“Porque pues imagínese, se llevaron a la persona, la mandaron donde los vecinos no se fijaron qué tipo de personas eran”.

Los familiares y vecinos escoltaron el cuerpo de José Manuel hasta la iglesia de San Juan y San Pedro Bautista, donde, acompañados de música de mariachis, clamaron justicia.

Raúl Aboytes y Luis Alberto Cárdenas, los dos menores que también perecieron, fueron sepultados al mediodía en un pueblo aledaño a ambas comunidades.

Fuente: Diario Reforma

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