Distrito Federal
En solemne y lustrosa ceremonia, ante un público embelesado y políticos orgullosos del espectáculo que regalaban al pueblo, los huesos “de los héroes que nos dieron patria” pasearon por las calles de la Ciudad de México durante 2010, en ostentosos desfiles conmemorativos del bicentenario de la Independencia.
Cualquiera que se atreviera a cuestionar la autenticidad de los ilustres esqueletos se topaba de inmediato con las declaraciones oficiales: “No hay duda, se trata de los restos de Juan Aldama, Ignacio Allende, Nicolás Bravo, Vicente Guerrero, Miguel Hidalgo, Mariano Jiménez, Mariano Matamoros, Francisco Javier Mina, José María Morelos, Andrés Quintana Roo, Leona Vicario, Guadalupe Victoria, Pedro Moreno y Víctor Rosales”. Y nadie más.
Hoy, al hacerse públicos los estudios que realizaron especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), después de que esa información estuvo reservada dos años, la “certeza” que con tanto ahínco difundió el Gobierno de Felipe Calderón pierde su oropel.
En la urna atribuida a Mariano Matamoros hay una mujer, y el héroe; en la de Leona Vicario se encontraron huesos de otra más, que presumen sea su hija; en la caja que se creía ocupada sólo por Mina hay evidencias de siete individuos más, y donde se pensaba que están restos de Hidalgo, Allende, Aldama, Jiménez y Morelos hay además niños, mujeres y venados.
Al analizar la revoltura de huesos fétidos, llenos de hongos, a punto de convertirse en polvo, resguardados en las diez urnas que se sacaron de las criptas del Ángel de la Independencia, los investigadores se dedicaron a hacer un minucioso inventario que incluyó la descripción de los restos de hombres jóvenes no asociados a los de los héroes, de niños, de otras mujeres y de animales.
Los estudios de antropología física, realizados por José Antonio Pompa y Padilla, Jorge Arturo Talavera González y Nancy Geloven Alfaro, fueron obtenidos hace unos días por La Jornada por conducto del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (Ifai). En ellos se destaca que dentro de la urna negra de madera en cuya placa de metal se lee “General Insurgente Mariano Matamoros, Héroe de la Independencia Nacional” en realidad se encuentran “los restos óseos de un adulto de 40 a 45 años de sexo femenino. No presenta cráneo”.
En la urna atribuida a Mina “se encontraron más de 200 huesos, pertenecientes a varios individuos”, señala el informe de María Luisa Mainou Cervantes, especialista de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH.
En su investigación de casi 200 páginas, Pompa, Talavera y Geloven confirman y detallan que en esa caja recubierta con terciopelo verde se pudieron cuantificar elementos óseos de ocho personas, siendo “posiblemente” los que los textos “refieren haber arribado a Santo Domingo en 1823: Hidalgo, Allende, Aldama, Jiménez, Morelos, Mina, Moreno y Rosales”.
Lilia Rivero Weber, coordinadora nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH, también asegura en su informe que el estudio de fuentes históricas y fotografías documenta que esta urna no sólo contenía los restos de Javier Mina.
En esta urna-libro hay pedazos de esqueletos que también “se presupone” que pertenecen “por lo indicado en unas tarjetas que los acompañaban” a “Miguel Hidalgo y Costilla, Juan Aldama, Francisco Javier Mina y Allende, así como los restos antes no identificados de Pedro Moreno y Víctor Rosales”.
Esa caja contiene “más de 250 huesos, la mayoría correspondientes a distintos adultos de sexo masculino, además de cinco restos óseos de niños (de entre 0 y 6 años) y cuatro pertenecientes a animales (venados)”.
En otra urna de madera, en forma de diamante y con herrajes de metal, cuya placa señala que pertenece a Guadalupe Victoria (quien murió a los 56 años), hay huesos de “un individuo adulto (45-50 años) de sexo masculino”, de una estatura de 1.64 centímetros, la cual “corresponde a las tallas medias de la época”.
Ahí mismo, agregan los especialistas, hay además restos de una persona de entre 19 y 21 años, “de sexo probablemente masculino”, pero también de un “individuo perinatal, de un individuo adulto sin especificar, dos vértebras dorsales de un adulto, tres vértebras lumbares de un adulto probablemente de sexo masculino, cinco vértebras lumbares de un adulto de sexo femenino, una vértebra dorsal con pigmento verde de un individuo adulto, y un astrágalo de animal (venado, hueso de la pata)”.
Entre los restos atribuidos a Leona Vicario (cuya estatura, según los análisis, era de 1.46 centímetros), se encontraron fragmentos de esqueleto que “pueden corresponder a su hija Genoveva”.
Dientes, cabello, documentos gráficos, restos de textiles, suelas de zapato, una botella de vino que contiene un documento oficial de traslado de la osamenta de Mariano Matamoros (aunque de él no se ofrecen más pistas) y un plato de hierro fueron otros de los objetos encontrados en las urnas.
Exhibidos con fastuosidad
Durante 2010 y 2011 diversos historiadores pusieron en duda la autenticidad de los llamados huesos patrios. La polémica giró no sólo en torno a la pertinencia de exhumarlos para analizarlos, sino también se criticó que fueran exhibidos durante un año en el Palacio Nacional, en una fastuosa muestra a la que acudieron más de un millón 200 mil personas.
Del Gobierno Federal hubo siempre total hermetismo en cuanto a los detalles de los resultados finales de los estudios practicados, por ejemplo, de cómo se llegó a la conclusión de que los restos sobre los que se tenía duda eran de Mina; de cómo se supo que otros, de los que antes se desconocía su identidad, pertenecen a Víctor Rosales y Pedro Moreno, o de la validez científica de la restauración, entre otras aristas del tema.
En rueda de prensa celebrada en agosto de 2010, José Manuel Villalpando, entonces coordinador de los festejos del bicentenario, aseguró que los mexicanos “sabíamos desde siempre” que había 14 restos de próceres, “pero al ser colocados en el monumento a la Independencia se enlistaron sólo 12, dejando fuera a Pedro Moreno y a Rosales”.
En ese mismo encuentro con la prensa, el entonces secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, aseguró que entre los restos exhumados había “14 osamentas completas, salvo un hueso aquí y allá”.
Al ser cuestionado reiteradamente sobre por qué no se realizaron más pruebas, como análisis de ADN, para despejar toda duda acerca de la procedencia de los huesos, Lujambio insistió en que los estudios históricos y físicos daban suficiente certeza: esos huesos eran de los héroes patrios.
Los estudios se llevaron a cabo en una suerte de búnker-laboratorio instalado en el Castillo de Chapultepec. Las instrucciones siempre fueron no permitir el acceso a la prensa hasta que se tuvieran resultados oficiales. Algunos investigadores tenían la consigna de no aceptar entrevistas, y la única vocera oficial, Rivero Weber, siempre estaba de viaje.
A través del Ifai la información estuvo reservada durante dos años. Cuando se cumplió el plazo, en septiembre de 2012, La Jornada insistió en obtener esos documentos. La respuesta fue que se tenía que hacer una nueva solicitud de información. Cuando llegó la fecha de entrega, que sería aún en el sexenio de Calderón, el INAH solicitó una prórroga hasta 2013, pues, argumentó, estaba recabando el vasto material. Hace unos días, por fin, este diario tuvo acceso a la investigación.
Se entregaron seis informes que detallan los estándares de conservación y mantenimiento de los restos, los trabajos de conservación de urnas y vitrinas, la conservación de los documentos gráficos encontrados, la conservación y restauración de los restos óseos, las características del material textil hallado y el informe final de antropología física.
En este último texto se reconoce que el propósito de dichos análisis no fue identificar a plenitud a los héroes, sino “realizar un inventario detallado y determinar el estado de conservación, además de corroborar o desechar datos históricos relativos a los restos; este objetivo fue cumplido, ahora tenemos certeza de lo que resguarda el Mausoleo de la Columna de la Independencia en la ciudad de México (…) en 2010 se disiparon muchas dudas y quedaron aclaradas otras como la ausencia de varios de los héroes que fueron originalmente omitidos en los registros previos. Queda ahora esta información recuperada que generará nuevas inquietudes para futuras investigaciones”.
En 2011, después del reemplazo de siete urnas, se limpiaron y restauraron los huesos para ser colocados en bolsitas de seda, incluidos los de los niños, los jóvenes y mujeres desconocidos, y los del venado, a los que el gobierno de Calderón rindió honores militares.
Todos regresaron el día 30 de julio de ese año, pulcramente colocados en sus relucientes cajas, al Mausoleo de la Independencia, donde permanecen y continuarán como uno de los máximos símbolos nacionales.
La Jornada
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