Platón decía que quien inventó la cerveza era un hombre sabio.
Se equivocaba. En realidad, fue una mujer sabia. Sí, ¡la cerveza la inventaron ellas! Y no solo fueron responsables del descubrimiento, sino que sus aportaciones a lo largo de la historia han sido cruciales para el desarrollo de la cervecería tal y como la conocemos hoy.
Hace más de 7.000 años, en Mesopotamia, las mujeres comenzaron a mezclar granos de cereal con agua y hierbas con fines alimentarios. Cocinaron la mezcla, y de esa intuición impulsada por la necesidad de alimentarse surgió un brebaje que fermentaba espontáneamente. Pronto desarrollaron habilidades en torno a ese líquido turbio y espeso, pero nutritivo, que además alegraba el espíritu. Según la historiadora y sommelier de cerveza británica Jane Peyton, en esa época y durante miles de años, las mujeres eran las únicas que podían producir y comercializar cerveza debido a su conocimiento.
En la Edad Media, la elaboración y el consumo de cerveza dieron un giro con la incorporación del lúpulo, una flor que añade el característico amargor a la bebida y cuyas propiedades conservantes permiten almacenarla por más tiempo. La responsable de este descubrimiento fue la abadesa Hildegarda de Bingen, quien combinó su rol de maestra cervecera con el de teóloga, escritora y botánica, entre otros. Finalmente, fue canonizada. ¡No es de extrañar que la hicieran santa!
Con la industrialización de los procesos productivos, el papel de la mujer en la elaboración de cerveza perdió protagonismo. Sin embargo, cada día son más las mujeres que disfrutan, conocen, producen y comparten su pasión por esta bebida, que como hemos contado, nunca fue solo cosa de hombres.