El general habla de su labor como titular de Seguridad en Torreón
Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 13 de marzo de 2011
Torreón, Coahuila
El general en retiro Carlos Bibiano Villa Castillo no se anda por las ramas: Para rescatar Torreón hay que meterle huevos. Es el director de Seguridad Pública y, sin ambages, precisa: El personal militar está adiestrado para el combate. No se raja. Hemos tenido civiles que a la hora de los chingadazos se les frunce. Antes aquí correteaban a los policías, ahora ni madres, los correteamos a ellos y donde los alcanzamos los matamos. Aquí hay que romperle la madre al cabrón que ande mal.
Viste camiseta y pantalón azul marino se coloca el casco y el chaleco antibalas. Empuña la pistola con la que duerme, saca el cargador, revisa la munición y corta cartucho. Es una Magnum 44 y se la pone a la cintura. Toma su fusil de francotirador G3 recortado con culata retráctil calibre 7.62, capaz de penetrar blindaje. Agarra el radio y dos teléfonos celulares. Da la orden con un grito escueto: Vámonos, y se encamina al estacionamiento seguido por miembros de su guardia personal, compuesta por 114 militares.
Son las cuatro de la tarde y seis camionetas con 30 efectivos encapuchados armados lo esperan para iniciar la caza de malandros en las zonas más calientes de la ciudad dominada por Los Zetas y peleada por Los Chapos. Sube a una camioneta color guinda y acepta la entrevista con La Jornada a bordo del vehículo.
El pasado 2 de marzo, en un operativo similar, sufrió una emboscada. Hombres armados que viajaba en cinco camionetas lo interceptaron y dispararon más de 500 balazos. El blindaje número seis de su camioneta le salvó la vida. Seis policías quedaron heridos. No es la primera vez que intentan matarlo desde que asumió el cargo, pero esta vez supo que uno de los suyos lo traicionó: ¿Quién fue?... Si supiera ya lo hubiera matado al cabrón. Los que nos venden no merecen vivir.
Al arrancar el operativo aclara: “Me gusta la adrenalina. Venir a patrullar. Cuando agarro a un Zeta o Chapo lo mato. ¿Para qué interrogarlo? Que le vaya a decir a San Pedro lo que hizo. El Ejército tiene seguridad e inteligencia, no necesita información. El día que ellos me agarren a mí no me van a agarrar a besos. ¿Verdad? Me van a hacer pedazos. ¿Y qué? A eso estoy expuesto. El día que me toque, allí nos amarramos y punto”.
El general Villa Carrillo exhibe los códigos de la mano dura que alcaldes y gobernadores de diversos estados han decidido introducir en corporaciones policiacas cada vez más militarizadas.
Foco rojo
Cuando se le recuerda su linaje, sonríe con orgullo. Es nieto de Jesús Arango, alias El Bizco, primo hermano de Doroteo Arango, conocido como Francisco Villa: Me siento orgulloso porque fue un gran guerrillero. Él practicó la guerra de guerrillas, y a mí me toca combatir la guerrilla urbana. Cada quien su adiestramiento.
Dice conocer bien al enemigo; tanto, que durante el recorrido los va escuchando en una frecuencia de radio clandestina que ha captado. Claramente se oye a los delincuentes dar cuenta paso por paso del operativo: “Ahorita ya saben por dónde vamos. Transmiten de todas partes. Los taxistas les avisan, son sus halcones. A mí me dicen ‘el viejillo loco’. Esos hijos de la chingada no respetan a nadie”.
El año pasado, la Comarca Lagunera formada por Torreón, Coahuila; Gómez Palacio y Lerdo, Durango, fue la segunda plaza más violenta del país después de Ciudad Juárez, con 689 homicidios relacionados con el narcotráfico.
En Torreón se han duplicado los homicidios y las matanzas en bares y discotecas. A partir de 2008 Los Zetas se apoderaron de la plaza logrando corromper a la mayoría de los policías. Cuando el general llegó a su puesto despidió a más de 500 elementos. Hoy tiene a mil 14 a su cargo: El cabrón que no quiera trabajar, a chingar a su madre. Punto. Aquí se paga bien (8 mil pesos). Logramos tres objetivos: darle casa a cada policía, seguros médicos mayores y un seguro de vida de 700 mil pesos. De modo que el que quiera cobrar el seguro de vida, pos que se muera.
El general Villa Castillo, de 62 años, se especializó en telecomunicaciones. Se preparó durante 16 años. Recibió entrenamiento en Israel. Tiene dos licenciaturas y una maestría. Posee un equipo escáner valorado en 4 millones de pesos para interceptar llamadas del enemigo. Está convencido que Los Chapos viven en Gómez Palacio, Durango, y Los Zetas, en Matamoros, Coahuila. Ambos se disputan el territorio de Torreón.
El operativo pasa por el vado del río Nazas que separa a ambos estados, lugar donde los delincuentes tiran cadáveres mutilados o degollados. El río tiene cuatro puentes: amarillo, negro, plateado y de la Unión, pero a lo largo de 50 kilómetros existen más de 15 pasos clandestinos que son utilizadas por Los Chapos, llamados así porque varios cárteles de la droga se unieron al de Sinaloa para recuperar Torreón.
Mientras pasamos hay patrullas distribuidas en el cauce del río que forman parte del denominado Sellamiento Nazas, operativo conjunto que pretende controlar el flujo criminal: Nosotros sí trabajamos, no crea que porque usted vino andamos haciendo el patrullaje. Todo el pinche día estamos en esto. Por allí pasan. ¿Ve la rodada de los vehículos?
Territorio azaroso
La ciudad está dividida en nueve zonas altamente conflictivas, en especial las más pobres, convertidas ahora en campo de batalla. Los cerros están cubiertos de casas paupérrimas y forman parte del mayor cinturón de miseria. La polvareda del desierto se levanta ante el paso ostentoso del convoy. La gente lo mira con recelo, apura el paso y se mete de inmediato a sus viviendas. En pocos minutos las calles quedan desiertas.
Nos adentramos en el Cerro de la Cruz, único enclave controlado por Los Chapos. Hay sólo una calle asfaltada, el resto son escalinatas. Un auténtico laberinto que hace más difícil el trabajo de los policías. El lugar está lleno de halcones y es propicio para emboscadas. Los jóvenes en las esquinas ni se inmutan ante el paso de la autoridad: son de los mismos, dice el general que desde que llegó a su puesto ha perdido a seis policías en combate y sostenido 76 enfrentamientos con los delincuentes: Lo que pasa es que esos cabrones nunca dan batalla. Nomás rafaguean y huyen. La ventaja de nosotros es nuestro armamento: tiro a tiro, pero bien apuntado. Por eso les hacemos muchas bajas. Hemos matado a unos 200.
–Seis bajas, frente a 200... ¿Eso quiere decir que van ganando la guerra, como dice Felipe Calderón?
–El problema es que matamos unos y salen más, levantamos otra piedra y salen más... Civiles han muerto muy pocos. Nosotros siempre tiramos a matar al narcotraficante. Nunca al civil. En cuanto ellos ven que empieza la balacera corren y todos pecho a tierra y a cuidarse”.
El crimen organizado ha encontrado el mejor caldo de cultivo para su particular ejército de burreros y sicarios en la Comarca Lagunera: cientos de jóvenes desempleados, consumidores de droga y olvidados por las políticas públicas del Estado.
Villa Castillo ingresó al Ejército a los 16 años por orden de su madre. Fue el penúltimo de los 36 hijos que tuvo su padre con seis mujeres. Es masón, dice ser incorruptible y leal hasta la muerte: A mí no me da vergüenza decirlo: mi padre es el Ejército y mi madre la Patria. A ellos les debo todo. Me educaron, me adoctrinaron y me prepararon para esto.
La guerra es la guerra, y por eso justifica los códigos militares. El operativo de patrullaje pasa ahora por el mercado de la Alianza, zona altamente conflictiva. Muchos negocios han cerrado ante la extorsión y la violencia. Cruzamos los rieles y nos adentramos a la mítica colonia la Durangueña, escenario de balaceras y ejecuciones, y controlada por Los Zetas. Yo desconfío de la Policía Federal porque ellos no matan, nomás agarran. Y el Ejército y la Marina matan.
El siguiente enclave habitacional de miseria es la colonia San Joaquín, llena de callejones: “Son lugares propicios para una emboscada. De aquí está cabrón salir. Desde los cerros se atrincheran y nos tiran, pero ahora traemos armamento de largo alcance con mira telescópica. Ya podemos darle a un cabrón que esté a un kilómetro de distancia. Nomás los vemos caer... Ya se perdió aquella ética que tenía el sicario o el narco, ahora son asesinos. Antes tenían ética hasta para matar, ahora llegan y hacen pedazos”.
El Cerro de las Noas, famoso por el Cristo protector, es escenario ahora de las más cruentas batallas. Por los recovecos de la colina convertida en búnker de Los Zetas se atrincheran los francotiradores: “El otro día nos tocó ir a matar allí a seis cabrones y los matamos. ¿Cuál es el problema?
–¿Y eran Zetas o Chapos?
–Zetas.
–¿Cómo sabe? no los interroga, ni habla con ellos...
–Lo supimos porque nos habían robado unas armas, y allí las localizamos.
–Hay leyes, general. Usted decide quién debe morir o vivir... ¿no cree que eso lo decide Dios?
–Pues sí, pero hay que darle una ayudadita.
–Si se le acerca uno de esos para hablar...
–Allí mismo lo mato. Yo me lo chingo.
–¿Mata, luego averigua?
–Así debe ser. Es un código de honor.
Para el general, los derechos humanos son algo que no funciona como debe. Dice que el trabajo de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos es bueno, pero no cumple sus funciones. Debería proteger al lastimado y parece que defiende al delincuente”.
El operativo pasa por la colonia Primero de Mayo. Las chozas de madera de la Zaragoza Sur y Norte destacan rumbo a la avenida de Las Mieleras: “Se esconden en las piedras. Cada rato subimos y les quitamos sus parapetos. Traen cuerno de chivo, rifles 270 con mira telescópica”.
Después de hora y media de patrullaje ordena volver al cuartel. Al lado de su oficina habilitó un lugar para vivir. Tiene una cama, aparatos para hacer ejercicio y un baño sauna: “Trabajo todo el año, domingos, festivos. No tomo vacaciones. ¿El esparcimiento?... Mi esparcimiento son las mujeres. Hoy en la noche tengo pelea cuerpo a cuerpo en un ring, que es una cama. ¿Quién gana? Ellas, yo les doy chance a las mujeres”.
Tiempo después de la entrevista se difundió información de que el general en retiro sería transferido a la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) de Quintana Roo.